domingo, 30 de octubre de 2011
Aquella esperanza que cabía en un dedal
Siempre podemos dejar que la vida transcurra, gotee simplemente, como un aceite rancio, declaraba en sus poemas Benedetti, en las tardes pesadas de Montevideo, mientras agostaban las vidas miserables sus compañeros de oficina entre servidumbres y humillaciones. Siempre podrá haber jefes y empleados, y empleados que son jefes de otros empleados, y más jefes y más empleados. Y luego estará el dueño que despide a unos y otros, y se queda orondo con el roscón que hemos pagado todos. Siempre la maquinaria de fiebres y espejismos podrá ir en una sola dirección estrangulando conciencias, y siempre quedará reducir nuestras esperanzas al espacio de un dedal. Como siempre. La resignación, recordaba Balzac, es el suicidio cotidiano. En nuestra propia empresa presenciamos todos los días la situación de compañeros que son injustamente sancionados o represaliados, y no hacen nada: el miedo les conmina a callarse.
De ahí la importancia de que los trabajadores estemos unidos frente a la dirección de GSS, afiliándonos a un sindicato de clase como CGT, donde encontrarán asesoramiento jurídico gratuito desde el primer día y una organización combativa y determinada a denunciar todas las injusticias que a diario se comete en las plataformas. A veces no podemos ni imaginarnos hasta donde llegan con sus sucias estrategias para despedir a la gente.
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