Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna;
De este modo, García Lorca denunciaba la salvaje explotación de la capital financiera mundial en los años 30. Clamaba contra los vampiros que se saciaban del esfuerzo y trabajo de miles de trabajadores, y cuyo reflejo más canalla se obtenía en la magnificencia bestial de Nueva York.
El capitalismo es siempre salvaje y ominoso, porque se alza sobre toda esa sangre humana, que lo realza y viste de oro y plata. Entre la caseta abandonada del solar, frente al edificio que tiene nuestra empresa en el número 45 de Alfonso Gómez y los coches de lujo que de vez en cuando observáis aparcados frente a las instalaciones de los directivos del Grupo GSS, hay muchos tendones irritados, articulaciones desgastadas, ojos deteriorados, humillaciones sin fondo…
Necesitan que tus condiciones de vida sean precarias para obtener cada día mayores bienes materiales y asegurar a su descendencia todo tipo de comodidades. Te necesitan clavado en el puesto de trabajo, con los cascos puestos, atendiendo llamadas el mayor tiempo posible. Que produzcas, que produzcas, que produzcas... Pero sobre todo, necesitan de tu sumisión, que no te reveles, y no comiences a pedir de la riqueza que les proporcionas una mayor cuota.
Ellos tienen sus métodos: una jerarquía celosa y estricta, subordinada al mando, ciega al afecto del compañero, sin otro fin que el de cumplir la orden (refugio de los cobardes); un sistema de vigilancia rastrero, perruno, que controla cada minuto de tu vida laboral; y la amenaza, siempre barruntada, del despido. No somos androides, ni máquinas sin alma que acatan la voz de sus jefes; no soñamos con ovejas eléctricas, como el mundo creado por Philip K. Dick, que inspiró la película Blade Runner. Perdamos el puesto de trabajo, si cabe, pero jamás la dignidad.
La única respuesta que nos queda a los trabajadores es la organización y la lucha. Aquí, en GSS Line, en GSS Venture, o donde trabajéis en el futuro. Sin que el desaliento menoscabe vuestras fuerzas ante la desidia de algunos de vuestros compañeros o la aparente fortaleza de la patronal. Al final, es siempre la clase trabajadora la que deja a cada uno en su sitio, mal que le pese a los centros de poder mediáticos y organizaciones políticas o sociales afines al capitalismo.
Todos recordamos la Huelga General del 29 de septiembre, una movilización de 10 millones de hombres y mujeres que fueron convocados por los sindicatos de todo el país. El principal objetivo: echar marcha atrás la Reforma Laboral e impedir la reforma de las pensiones. Sin embargo, al día siguiente los dirigentes de UGT y CCOO se sentaron con el gobierno para negociar el proyecto que tenía Zapatero, auténtico valedor de las grandes potencias imperialistas y centros financieros internacionales.
Ellos mismos se retractaron. Si en el día de la huelga clamaban contra los expedientes de regulación de empleo, sentados a la mesa con el ejecutivo no dudaron en firmar acuerdos para engrosar trabajadores a la listas del paro en empresas de enormes beneficios. No dudaron en firmar el recorte de las pensiones, no dudaron en legitimar al gobierno del PSOE, no dudaron, en definitiva, en traicionar a sus afiliados y al conjunto de la clase trabajadora. ¿Y por qué esa metamorfosis? Alguna de las respuestas las encontraréis en la Resolución de 12 de noviembre de 2010, del Servicio Público de Empleo Estatal, por la que se publican las subvenciones concedidas desde el 1 de julio al 30 de septiembre de 2010. Esta disposición normativa es de dominio público y podéis encontrarla en internet. En ella constan todas las ayudas económicas que los sindicatos mayoritarios han recibido del Estado antes de la huelga y después. Si tenéis un poco de tiempo, sumad las cantidades obtenidas. Los tienen comprados.